14 de septiembre: Exaltación de la Santa Cruz
Sagrado signo del Amor de Dios
“De nada nos gloriaremos más que de la Cruz de nuestro Señor Jesucristo: Él es nuestra salvación, vida y resurrección. Por Él hemos sido salvados y liberados” (Gal 6,14). Así reza la Antífona de entrada en la celebración de la Exaltación de la Santa Cruz. Esta festividad, que conmemora la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, es celebrada tanto por la Iglesia Católica como por la Iglesia Ortodoxa. Esta última otorga una importancia particular a esta solemnidad, casi comparable a la de la Pascua. El origen de esta celebración se remonta al culto de las primeras comunidades cristianas de Jerusalén, que adoraban solemnemente la Santa Cruz cada Viernes Santo.
La fecha escogida es el 14 de septiembre, día en que la tradición sitúa el hallazgo de la Cruz en Jerusalén en el año 320, por obra de Santa Elena, madre del emperador Constantino. En esta misma celebración, se recuerda también la dedicación de las basílicas erigidas por orden del emperador: el Martyrion y la Anástasis (Resurrección), construidas en la primera mitad del siglo IV, entre el Gólgota y el Santo Sepulcro de Jesús. La dedicación de estas basílicas tuvo lugar el 13 de septiembre de 335. Al día siguiente, el Patriarca de Jerusalén mostró la Cruz a los fieles para su veneración. De ahí la elección de la fecha del 14 de septiembre para la celebración que, en Occidente, se conoce como la Exaltación. Esta conmemoración también evoca la victoria del emperador Heraclio sobre los persas en el año 628, y el consiguiente hallazgo de la Cruz, que fue devuelta a Jerusalén tras haber sido sustraída por los persas en el 614 como botín de guerra.
En la liturgia, colocar la Cruz cerca del altar durante la celebración de la Misa evoca, la figura bíblica de la serpiente de bronce que Moisés elevó en el desierto. Los israelitas, mordidos por serpientes venenosas, se curaban al mirarla. De igual manera, quien contempla a Cristo en la Cruz alcanza la salvación.
Naturalmente, no es fácil comprender el auténtico significado de la Cruz. Ni siquiera el apóstol Pedro entendió de inmediato el verdadero sentido del anuncio de la Pasión, al punto que Jesús tuvo que reprenderlo por intentar disuadirlo de ofrecer su vida (cf. Mt 16, 21-23). Por otra parte, al hablar de la Cruz, no debe olvidarse nunca que al pie de ella está siempre la Madre del Señor. Al respecto, el Papa Francisco, en el Ángelus del domingo 30 de agosto de 2020, subrayó: “La Virgen María, unida a su Hijo hasta el Calvario, nos ayude a no retroceder ante las pruebas y los sufrimientos que la testificación del Evangelio nos impone”. En esa misma ocasión, el Pontífice resaltó la importancia de la sequela Christi: “El compromiso de ‘tomar la cruz’ se convierte en una participación con Cristo en la salvación del mundo. Reflexionando sobre esto, procuremos que la cruz que cuelga en la pared de nuestra casa, o la pequeña que llevamos al cuello, sea un signo de nuestro deseo de unirnos a Cristo en el servicio amoroso a los hermanos, especialmente a los más pequeños y frágiles. La cruz es el signo sagrado del Amor de Dios, el signo del Sacrificio de Jesús, y no debe reducirse a un objeto supersticioso o a una joya ornamental”.
Son muchos los autores sagrados que han comentado el significado de la celebración del 14 de septiembre, entre ellos, el Obispo San Andrés de Creta (660-740), quien destacaba en sus Discursos: “Celebramos la fiesta de la Santa Cruz, por medio de la cual las tinieblas fueron expulsadas y la luz retornó. Celebramos la fiesta de la Santa Cruz, y así, junto al Crucificado, también nosotros somos elevados y sublimados. De hecho, nos alejamos de la tierra del pecado y ascendemos a las alturas. Tal es la grandeza de la cruz que quien la posee tiene un verdadero tesoro. Y la llamo así con razón, pues tanto en nombre como en realidad, es el más precioso de todos los bienes. En ella reside toda nuestra salvación” (Discurso 10 sobre la Exaltación de la Santa Cruz; PG 97, 1018-1019. 1022-1023).