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27 de junio: Sacratísimo Corazón de Jesús, Jornada por la santificación sacerdotal

«El Corazón de Cristo, que simboliza su centro personal desde el que brota su amor por nosotros, es el núcleo vivo del primer anuncio. Allí se encuentra el origen de nuestra fe, la fuente que mantiene vivas nuestras convicciones cristianas».

Así lo afirma el Papa Francisco en la Encíclica Dilexit nos, sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo, publicada el 24 de octubre de 2024.

En dicho documento, el Pontífice profundiza en el significado del Corazón de Cristo:

«La devoción al Corazón de Cristo no es un culto dirigido a un órgano aislado de la Persona de Jesús. Lo que contemplamos y adoramos es a Jesucristo entero, el Hijo de Dios hecho hombre, representado en una imagen suya donde el corazón se presenta de forma destacada. En este caso, el corazón de carne es asumido como imagen o signo privilegiado del centro más íntimo del Hijo encarnado y de su amor a la vez divino y humano, ya que, más que ningún otro miembro de su cuerpo, es “el indicio natural, es decir, el símbolo de su inmensa caridad”».

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se manifiesta con claridad en dos episodios evangélicos: cuando san Juan reclina su cabeza sobre el pecho de Jesús durante la Última Cena, y cuando, ya en la cruz, el Corazón de Cristo es traspasado por la lanza.

En el primer caso, Jesús ofrece consuelo y cercanía poco antes de su Pasión. En el segundo, se revela su dolor redentor por los pecados del mundo.

Ambos momentos iluminan el mensaje que el Señor confió a santa Margarita María de Alacoque en 1675:

«Este es el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y que no recibe de ellos más que ingratitudes, desprecios, ofensas, sacrilegios e indiferencia.

Te pido que instituyas una fiesta especial el primer viernes después de la octava del Corpus Christi, para honrar mi Corazón, recibiendo la Comunión y reparando las ofensas que recibe cuando está expuesto en los altares. Prometo que mi Corazón se abrirá para derramar con abundancia el amor divino sobre quienes lo honren y hagan que otros también lo honren».

La solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús es una fiesta de fecha móvil —se celebra el viernes siguiente al Corpus Christi—, pero su significado es tan profundo que impregna todo el mes de junio en la vida de la Iglesia. Está íntimamente unida, además, al sábado siguiente, dedicado al Corazón Inmaculado de María.

En el Corazón de Jesús se unen su humanidad verdadera (el corazón de carne) y su divinidad eterna, como símbolo supremo de su amor infinito por la humanidad.

Aunque la primera celebración litúrgica tuvo lugar probablemente en Francia hacia 1672, las raíces de esta devoción son mucho más antiguas. Ya en los Evangelios hallamos un referente esencial en san Juan, que aparece recostado sobre el pecho del Maestro durante la Última Cena, signo de un vínculo íntimo con su Corazón.

Durante la Edad Media, esta espiritualidad recibió nuevo impulso gracias a místicas como Matilde de Magdeburgo, Matilde de Hackeborn o Gertrudis de Helfta. Pero su verdadera difusión comenzó en el siglo XVII, especialmente con san Juan Eudes —gran promotor de los Corazones de Jesús y María— y, sobre todo, con santa Margarita María de Alacoque, religiosa de la Visitación en el monasterio de Paray-le-Monial.

Santa Margarita narró que, desde el 27 de diciembre de 1673 —fiesta de san Juan Evangelista—, comenzó a recibir numerosas apariciones de Cristo que se prolongaron durante diecisiete años. En una de ellas, Jesús le dijo:

«Mi Corazón está tan lleno de amor por los hombres, que no puede contener más sus llamas. Quiere manifestarse a través de ti, para ofrecer gracias que conduzcan a la santidad y a la salvación.

Te he elegido a ti, a pesar de tu pequeñez e indignidad, para que se vea claramente que todo procede de mí».

Esta fiesta fue objeto de debate entre teólogos. En 1765 fue autorizada solo en Polonia y en la Archicofradía romana del Sagrado Corazón. Fue el Papa Pío IX quien, en 1856, la extendió a toda la Iglesia. Desde entonces, se multiplicaron las congregaciones, colegios, oratorios e iglesias dedicadas al Sagrado Corazón, entre ellas la célebre Basílica del Sacré-Cœur, en la colina de Montmartre (París).

Tradicionalmente, en esta solemnidad la Iglesia celebra también la Jornada de santificación sacerdotal, en la que se invita a rezar de manera especial por la vida y la fidelidad de los presbíteros.

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