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9 de agosto: Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Patrona de Europa

El descubrimiento de la ciencia de la Cruz

Una búsqueda constante de la verdad, hasta el encuentro con Cristo y con su Cruz. Judía de nacimiento, filósofa y escritora, Edith Stein abrazó la fe católica y eligió consagrarse a Dios entre las Carmelitas Descalzas. Es Santa Teresa Benedicta de la Cruz. Nació el 12 de octubre de 1891 en Breslavia (hoy en Polonia), en el seno de una familia judía. Su madre, una mujer fuerte y creyente, educó a sus hijos en el respeto y la responsabilidad. Sin embargo, durante la adolescencia, Edith perdió la fe, al no encontrar respuestas satisfactorias a sus hondas preguntas interiores.

Dotada de una inteligencia viva y de una intuición brillante, siempre fue una alumna excelente. Deseosa de encontrar un sentido a la vida, comenzó a estudiar Psicología, aunque sin lograr calmar su sed de verdad. Se apasionó entonces por la Filosofía, la Historia y la Lengua alemana, que profundizó en la Universidad de Breslavia.

Un momento crucial en su itinerario intelectual fue el encuentro con la obra Investigaciones lógicas de Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, quien se convirtió también en su maestro. La fenomenología le abrió nuevos caminos para comprender la realidad. Prosiguió sus estudios en la Universidad de Gotinga, donde conoció a otros importantes filósofos, como Max Scheler, Adolf Reinach y el matrimonio Conrad-Martius, que se convirtieron en sus amigos.

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Edith se ofreció como voluntaria para la Cruz Roja. La experiencia en hospitales de campaña, en contacto directo con el sufrimiento y la muerte, afianzó en ella el deseo de dedicar su vida a los demás.

Mientras tanto, completó su tesis doctoral sobre la empatía, que fue evaluada con la máxima calificación: summa cum laude. Soñaba con enseñar en la universidad, pero se le impidió hacerlo debido a su condición de mujer.

Dos acontecimientos marcaron profundamente su vida espiritual y la acercaron al cristianismo: la serena aceptación de la muerte por parte de la señora Reinach, viuda de un querido amigo caído en la guerra, y la lectura de la Autobiografía de Santa Teresa de Ávila, que encontró por casualidad en casa de su amiga Hedwig Conrad-Martius.

Estos episodios abrieron su corazón a la fe cristiana. Tras años de estudio, oración y maduración interior, abrazó la fe católica y deseó consagrar su vida a Dios en el Carmelo. Antes de ingresar, enseñó en el colegio de las Hermanas Dominicas de Espira y en el Instituto Pedagógico de Münster. Mientras tanto, fue también apreciada por sus traducciones y sus conferencias filosóficas, especialmente sobre Santo Tomás de Aquino y el cardenal Newman.

Debido a las leyes raciales antisemitas, se vio obligada a abandonar la docencia. En 1933, tras una última y dolorosa despedida de su madre, que no aceptaba su conversión, ingresó en el Carmelo de Colonia. Permaneció allí hasta 1938, cuando fue trasladada al Carmelo de Echt, en los Países Bajos, para escapar de la persecución nazi contra los judíos convertidos al cristianismo.

En el convento vivió plenamente su espiritualidad, profundizando en lo que ella misma llamaba la “ciencia de la Cruz”, es decir, la comprensión profunda del sufrimiento redentor vivido en unión con Cristo. En un mensaje dirigido a la Madre Priora del Carmelo de Echt, escribió:

«Solo se puede adquirir una scientia crucis (la ciencia de la cruz, título de su último escrito y también de su itinerario espiritual), si se empieza a sufrir de verdad bajo el peso de la cruz. Estuve íntimamente convencida de ello desde el primer instante, y desde lo más profundo del corazón dije: Ave crux, spes unica».

El 9 de agosto de 1942 fue deportada junto con su hermana Rosa al campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, donde murió en una cámara de gas.

Edith Stein es un testimonio luminoso de la búsqueda de la Verdad, de la fe vivida de manera radical, y del diálogo entre el judaísmo y el cristianismo. Fue beatificada en 1987 y canonizada en 1998 por san Juan Pablo II, quien la proclamó Copatrona de Europa en 1999, junto con Santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena.

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