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21 de octubre: San Gaspar del Búfalo

Un Apóstol de la Sangre de Cristo

En un periodo turbulento para la Iglesia, Gaspar se distinguió por su valentía. Cuando, en 1810, se impuso a los sacerdotes el juramento de fidelidad al emperador Napoleón, él lo rechazó con firmeza. Aquel gesto le costó el exilio y cuatro años de prisión, que afrontó con serenidad y una fe inquebrantable. San Gaspar del Búfalo no dudó en rechazar cualquier compromiso con quienes atentaban contra la vida de la Iglesia y del Papa.

Nació en el seno de una familia profundamente cristiana el 6 de enero de 1786. Su nacimiento coincidió con la solemnidad de la Epifanía, y por ello recibió los nombres de los Magos: Gaspar, Melchor y Baltasar. Desde muy niño manifestó una especial atracción por la fe, frecuentando asiduamente la iglesia del Gesù, ligada a la espiritualidad ignaciana.

Durante la infancia padeció una grave infección ocular. Su madre, mujer de profunda fe, lo llevó con confianza ante la reliquia de San Francisco Javier, conservada en una de las capillas de dicha iglesia. La inesperada curación que siguió dejó asombrados incluso a los médicos y marcó para siempre el camino espiritual del joven. Desde aquel momento, Gaspar sintió crecer en su interior el deseo de ser sacerdote misionero, siguiendo el ejemplo del gran apóstol de las Indias.

En su adolescencia se dedicó con generosidad a los pobres acogidos en el Hospicio de Santa Gala, un lugar que quedaría grabado para siempre en su corazón. Fue ordenado sacerdote el 31 de julio de 1808 e inició una intensa labor pastoral dirigida especialmente a las clases más humildes, como los carreteros y los campesinos de la campiña romana. Fundó un oratorio en Santa María in Pincis y desarrolló su misión entre los llamados barrocciai, cuyas actividades giraban en torno al Campo Vaccino, antiguo nombre del Foro Romano.

Tras el regreso del Papa en 1814, Gaspar se puso enteramente al servicio de la restauración espiritual y moral promovida por Pío VII. En ese contexto, identificó en la devoción a la Preciosísima Sangre de Cristo un poderoso instrumento de renovación interior y de conversión. El 15 de agosto de 1815 fundó la Congregación de los Misioneros de la Preciosísima Sangre.

Gaspar afrontó con extraordinaria firmeza las amenazas procedentes de las sociedades secretas, en particular de la masonería, que en aquellos años pretendía socavar la influencia de la Iglesia. A pesar de los ataques personales, nunca dejó de denunciar públicamente el peligro que representaban tales organizaciones, logrando la conversión de logias enteras y advirtiendo al pueblo contra sus ideologías anticristianas.

Además, fue llamado a combatir otra gran plaga de su tiempo: el bandolerismo. León XII, por sugerencia del cardenal Cristaldi, le encomendó la misión de acudir entre los bandidos del Lacio. Armado únicamente con la cruz y la palabra del Evangelio, consiguió restablecer el orden y la paz, arrancando a muchos de ellos de la violencia y de la muerte.

Gaspar del Búfalo concluyó su camino terrenal el 28 de diciembre de 1837, dejando una huella indeleble en la historia de la Iglesia. San Pío X lo proclamó beato en 1904, y la canonización tuvo lugar bajo Pío XII, el 12 de junio de 1954, en la plaza de San Pedro. Su cuerpo reposa en la iglesia romana de Santa María in Trivio. Es además venerado como patrono de la ciudad de Sonnino (Latina), a la que salvó durante los años más oscuros del bandolerismo.

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