12 de octubre: San Carlo Acutis
Un modelo para los jóvenes
Con su vida mostró que la santidad no está reservada únicamente a sacerdotes o religiosos, sino que puede vivirse en cualquier estado, incluso entre los pupitres de una escuela, en el seno de la familia o frente a una pantalla. Supo hablar de Dios a sus coetáneos con el lenguaje de la tecnología, de la pasión y de la amistad. Su coherencia entre fe y vida cotidiana, su disponibilidad para hacer el bien, su fe arraigada en la Eucaristía y en la Virgen María lo convierten en un modelo para los jóvenes de nuestro tiempo.
Se trata de Carlo Acutis, joven de origen italiano nacido el 3 de mayo de 1991 en Londres, hijo de Andrea Acutis y Antonia Salzano. Pasó los primeros meses de su vida en la capital británica, donde fue bautizado el 18 de mayo en la parroquia de Our Lady of Dolours. Cuando tenía apenas unos meses, la familia regresó a Milán. Allí, desde muy pequeño, Carlo mostró una inteligencia viva y una alegría contagiosa en sus estudios, primero en un colegio privado y después en el de las Hermanas Marcellinas, más cercano a su hogar.
Su vida espiritual tomó un rumbo claro y decidido desde temprana edad. A los siete años recibió, con una autorización especial, la Primera Comunión en un monasterio de clausura en Bernaga di Perego, un acontecimiento que marcó profundamente su existencia. Desde entonces, la Eucaristía se convirtió en el centro palpitante de su vida. Participaba cada día en la Santa Misa y, cuando no le era posible, recurría a la comunión espiritual. Repetía con frecuencia: «La Eucaristía es mi autopista hacia el Cielo».
En 2003 recibió el sacramento de la Confirmación en la iglesia milanesa de Santa Maria Segreta. Cursó el Bachillerato clásico en el Instituto Leone XIII, regido por los Jesuitas, donde se distinguió no solo por sus dotes intelectuales, sino también por su generosidad y altruismo. A pesar de sus compromisos escolares, encontraba tiempo para enseñar catequesis a los niños de la parroquia, colaborar en la página web de su comunidad y organizar actividades de voluntariado.
La figura de San Francisco de Asís influyó profundamente en su espiritualidad. Las vacaciones estivales en Asís, en una casa familiar, no fueron únicamente momentos de descanso, sino también de intensa maduración interior. Allí Carlo profundizó en el amor a la creación, en la humildad y en el servicio a los más desfavorecidos: sin llamar la atención, ayudaba a pobres, inmigrantes y personas sin hogar, poniendo a disposición sus propios ahorros.
La Virgen ocupaba un lugar especial en su corazón: rezaba el Rosario cada día, se consagró al Corazón Inmaculado de María e ideó, con su ordenador, un esquema digital para difundir su devoción. Su fe era concreta y se expresaba en elecciones cotidianas de coherencia, humildad y servicio.
En septiembre de 2006, con tan solo 15 años, Carlo cayó enfermo de una leucemia fulminante. El inicio de la enfermedad se confundió con una simple gripe, pero pronto su estado se agravó y fue trasladado al hospital San Gerardo de Monza. En aquellos días difíciles, ofreció conscientemente sus sufrimientos por el Papa y por la Iglesia. Falleció serenamente el 12 de octubre de 2006, dejando una huella imborrable en todos los que le conocieron. Los funerales se celebraron en Milán, en la iglesia de Santa Maria Segreta, y su cuerpo fue posteriormente trasladado a Asís, ciudad que tanto amaba. En 2019, sus restos fueron depositados en el Santuario de la Spogliazione, donde hoy reposan.
El testimonio de Carlo es hoy una luz para las nuevas generaciones. Su mensaje invita a todos a mirar más allá de las cosas pasajeras, a vivir con la mirada puesta en el Cielo, cultivando la belleza de la fe con el corazón sencillo y lleno de amor de quien ha encontrado a Cristo en su vida.
