Pentecostés

El don del Espíritu Santo
Pentecostés es la solemnidad que conmemora la venida del Espíritu Santo sobre María y los Apóstoles, y marca la conclusión del tiempo pascual. El nombre proviene del griego pentêkostê, que significa “quincuagésimo”, ya que se celebra cincuenta días después de la Pascua. En esta festividad se recuerdan tanto el don del Espíritu Santo como el nacimiento de la Iglesia. Tras la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, Él envía a sus discípulos una fuerza, es decir, el Espíritu Santo, para capacitarlos como testigos suyos en el mundo.
Los orígenes de Pentecostés están relacionados con la festividad judía de Shavuot, que también se celebra cincuenta días después de la Pascua judía. En dicha fiesta, el pueblo hebreo rememora el momento en que Dios entrega la Torá a Moisés en el monte Sinaí, acontecimiento que sella la Alianza entre Dios y el pueblo de Israel.
Pentecostés tuvo lugar diez días después de la Ascensión del Señor, cuando Jesús prometió a sus discípulos que recibirían una fuerza especial: el Espíritu Santo. Esta promesa se cumple, según el relato de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-4), durante la celebración de Shavuot:
«Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un estruendo, como de un viento impetuoso que llenó toda la casa donde se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.
A partir de ese momento, los Apóstoles reciben una nueva misión: anunciar el mensaje de Jesús. Las lenguas de fuego simbolizan la capacidad de comunicarse con personas de distintas lenguas y culturas, llevando así el Evangelio a todos los confines de la tierra.
Este acontecimiento representa el cumplimiento de las promesas de Cristo y el inicio de una nueva Alianza entre Dios y la humanidad, tal como lo habían anunciado los profetas Jeremías y Ezequiel. Inmediatamente después de la efusión del Espíritu, los Apóstoles comienzan a predicar y a bautizar. Pentecostés marca, por tanto, el nacimiento de la Iglesia, la formación de las primeras comunidades cristianas y el inicio de la misión evangelizadora.