21 de junio: San Luis Gonzaga, jesuita, patrono de la juventud católica

Renunció a todo honor por seguir a Cristo en el camino de la consagración
Todo cuanto el mundo considera digno de deseo —honores, riquezas, nobleza, gloria, poder— lo poseía Luis Gonzaga desde su nacimiento. Y sin embargo, eligió ir contra corriente, apostarlo todo por Cristo y abandonar toda seguridad humana. Nacido el 9 de marzo de 1568 en el seno de la ilustre casa de los Gonzaga, como primogénito del marqués de Castiglione, el joven Luis tenía ante sí un porvenir de privilegios y grandezas. Sin embargo, prefirió la oración y la penitencia a las armas y al esplendor de la corte.
Para educarlo según su rango, fue enviado a la corte de los Médici en Florencia, donde residió entre septiembre de 1577 y noviembre de 1579. Allí estudió latín y lengua italiana, y en el santuario florentino de la Santísima Anunciación hizo voto de castidad perpetua. Tenía entonces nueve años, y ya había discernido con claridad los valores sobre los que deseaba edificar su vida.
De regreso en Mantua, se entregó más al ejercicio de la piedad que al aprendizaje de las obligaciones propias de un heredero nobiliario. El 22 de julio de 1580 recibió su primera comunión de manos de san Carlos Borromeo. A comienzos de marzo de 1582 se trasladó a Madrid con su hermano menor Rodolfo. Allí fue nombrado paje de don Diego, hijo de Felipe II y heredero al trono de España. En la corte madrileña prosiguió sus estudios y tomó la decisión de ingresar en la Compañía de Jesús.
De vuelta en Mantua, manifestó a su padre el deseo de abrazar la vida religiosa. Obtuvo como respuesta un firme rechazo. Sin embargo, Luis no se dejó abatir, y con paciencia aguardó el momento propicio. El 2 de noviembre de 1585 renunció públicamente al título hereditario en favor de su hermano Rodolfo, así como a una importante renta que su padre había dispuesto para él. Dos días después partió hacia Roma, donde fue admitido en la Compañía de Jesús, comenzando el noviciado el 25 de noviembre del mismo año.
Eligió la Compañía por varios motivos: el fervor de un instituto recientemente fundado; la existencia del voto de no procurar dignidades eclesiásticas ni aceptarlas sino por mandato del Papa; la presencia de escuelas para la formación de la juventud; y el anhelo de combatir la herejía y anunciar el Evangelio en las Indias, el Japón y el Nuevo Mundo.
No quiso para sí privilegio alguno y deseó vivir en todo como los demás religiosos. El 25 de noviembre de 1587 emitió los votos de pobreza, castidad y obediencia.
A pesar de su frágil salud, y de las recomendaciones de sus superiores para que se abstuviera de asistir a los enfermos, insistió con firmeza en servir en el hospital de la Consolación, cercano al Capitolio. En la mañana del 3 de marzo de 1591, cuando se dirigía a su turno, encontró en la calle a un hombre caído, víctima de la peste, que yacía abandonado. Consciente del riesgo de contagio, lo cargó sobre sus hombros, lo llevó al hospital, lo lavó, lo curó con ternura y le prestó asistencia durante toda la jornada. Solo al llegar los compañeros que debían relevarle, regresó al colegio, donde se acostó con fiebre alta y los primeros signos evidentes de la enfermedad.
Aceptó la muerte con paz y entrega. Partió al encuentro del Señor el 20 de junio de 1591, a la edad de tan solo veintitrés años.
Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII, quien tres años más tarde lo proclamó patrono de los estudiantes. En 1926, Pío XI lo declaró patrono de la juventud católica y, en 1991, san Juan Pablo II lo designó patrono de los enfermos de sida.