21 de marzo: San Nicolás de Flüe, Patrón de Suiza y de la Guardia Suiza Pontificia

Un ermitaño artífice de paz y reconciliación
Un ermitaño que supo mediar y aconsejar a sus conciudadanos, apaciguando los ánimos enfrentados. Aunque alejado del mundo y retirado en soledad en una celda, logró evitar conflictos fratricidas. Su única arma era el rosario, que llevaba siempre consigo; su único alimento, la Eucaristía. Es Bruder Klaus, conocido como San Nicolás de Flüe.
Nació en 1417 en la pequeña aldea de Flüeli, en la región de Obwalden, por entonces parte de la Confederación de los Ocho Cantones de la Suiza central. Su familia vivía de la agricultura. Hombre de grandes virtudes y comprometido con su comunidad, desempeñó también el cargo de juez. Desde joven sintió la llamada del Señor y se entregó a la vida ascética, a la oración y al ayuno frecuente.
Entre 1440 y 1444, se alistó como soldado —y más tarde como oficial— en las guerras que los confederados suizos libraban contra los Habsburgo. Terminada esta etapa militar, regresó a casa, contrajo matrimonio con Dorotea y tuvo diez hijos.
Pasados veinte años, comprendió que su vocación interior se hacía cada vez más intensa. Describía la voz de Dios como “la lima que purifica y el aguijón que estimula”. Después de fervientes oraciones, el Señor le concedió las tres gracias que había pedido: el consentimiento de su esposa e hijos para su partida, la fuerza para no ceder a la tentación de volver atrás, y la capacidad de vivir sin comer ni beber.
A los 50 años, decidió consagrarse plenamente a Dios, y pidió permiso a su esposa y a sus hijos ya adultos para abandonar el hogar y llevar vida de ermitaño. Todos dieron su consentimiento.
Su deseo era retirarse a alguna de las comunidades monásticas de Alsacia, con las que había tenido contacto, para dedicarse a la oración y la contemplación. Sin embargo, la situación histórica de la Confederación Helvética —marcada por conflictos internos y por el final del Cisma de Occidente— le impidió alejarse. No llegó más allá de Liestal, en el cantón de Basilea, y se estableció cerca de su hogar, en un valle llamado Ranft.
Allí construyó una humilde celda con tablas de madera, que más tarde fue convertida en capilla por los habitantes de la zona. Nicolás vivió en soledad durante veinte años, vestido con ropas ásperas, descalzo y siempre con el rosario en la mano. Su único alimento era la Eucaristía. Pese a su vida apartada, nunca estuvo realmente solo: su fama de ermitaño atrajo a personas de todas partes que acudían en busca de consejo y consuelo espiritual. Su vida de oración y sacrificio dejó una profunda huella en la historia espiritual de Suiza.
En 1481, la Confederación de los Ocho Cantones atravesaba una grave crisis interna, con riesgo de guerra civil. El conflicto enfrentaba a los cantones urbanos, de mayor poder económico, con los rurales, que temían la expansión de la Confederación hacia Friburgo y Soleura. La estabilidad estaba en juego.
Durante la Dieta de Stans, momento crítico en la historia de la Confederación Helvética, un ciudadano de Lucerna llamado Heini (o Heimo) Amgrund, temiendo el fracaso de las negociaciones, emprendió a pie una caminata nocturna hasta el eremitorio de Nicolás en Ranft para pedirle consejo. A la mañana siguiente, cuando las conversaciones parecían a punto de fracasar, Amgrund regresó con el mensaje del ermitaño, reunió a los delegados y les transmitió sus palabras.
No se sabe con exactitud qué dijo Nicolás, pues él mismo prohibió que su mensaje fuera divulgado fuera del círculo de los delegados. Sin embargo, gracias a su intervención espiritual y a su sabiduría, Friburgo y Soleura fueron admitidas en la Confederación. Así se firmó el «Acuerdo de Stans» o «Convenio de Stans», que puso fin a la crisis y reforzó la unidad entre los cantones. Por ello, en Suiza se le recuerda como el Padre de la Patria.
Su fama de mediador traspasó las montañas: el emperador de Austria y el duque de Milán enviaron emisarios a Ranft para solicitar su parecer sobre cuestiones delicadas.
En 1482, Nicolás intervino de nuevo en un conflicto entre la ciudad de Constanza y la Confederación, relativo a los derechos de administración sobre Turgovia. También en esa ocasión, con su sabiduría, logró restablecer la paz.
Nicolás pasó el resto de sus días en soledad, en su celda de Ranft, donde murió el 21 de marzo de 1487. Fue canonizado por Pío XII en 1947. Es también Patrono de la Guardia Suiza Pontificia.