17 de marzo: San Patricio, Patrón de Irlanda

De monje a evangelizador
San Patricio, cuyo nombre original era Maewyn Succat, nació hacia el año 385 en Escocia, hijo de un centurión romano originario de Britania.
A los 16 años, Maewyn fue capturado por piratas y vendido como esclavo a un druida en la actual región del Úlster, en Irlanda. Durante los seis años que permaneció en cautiverio, trabajó como pastor al servicio de un jefe tribal irlandés. Fue en ese tiempo cuando conoció el cristianismo y se convirtió en un creyente ferviente.
En el año 409, tuvo un sueño en el que Dios le ordenaba huir y dirigirse hacia un barco. Maewyn logró escapar y embarcarse de regreso a Inglaterra. Una vez en su tierra natal, decidió consagrarse a la vida religiosa y fue ordenado sacerdote.
Poco después se trasladó a las islas de Lérins, cerca de Cannes, en Francia, donde se estableció en el monasterio de Saint-Honorat y se dedicó durante dos años al estudio de la teología.
Fue entonces cuando el papa Celestino I se puso en contacto con él para encomendarle la misión de regresar a Irlanda con el objetivo de evangelizar el país y convertir a los irlandeses al cristianismo. San Patricio aceptó la misión y volvió a Irlanda en el año 411.
Allí se encontró con numerosos líderes influyentes, entre ellos el rey Aengus, a quien intentó explicar el misterio de la Trinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo— utilizando el trébol como símbolo. Con sus tres hojas, el trébol se presentó como una imagen perfecta de la doctrina cristiana, y aquella explicación convenció al rey Aengus para convertirse. Desde entonces, el trébol se convirtió en símbolo nacional de Irlanda.
La conversión del rey Aengus representó un punto de inflexión en la misión de San Patricio y en la cristianización de la isla. La leyenda cuenta que, en aquella época, San Patricio expulsó a todas las serpientes de Irlanda, como símbolo de la purificación del país del paganismo y de la expansión del cristianismo.
San Patricio fue consagrado obispo y adoptó el nombre latino Patricius. Tras muchos años de evangelización, se retiró a Downpatrick, donde falleció el 17 de marzo del año 461. A su muerte, Irlanda entera había abrazado la fe cristiana, culminando así una obra extraordinaria que él llevó a término con dedicación incansable.